El Santo Padre destacó que «si nos dejamos tocar por Dios, con la fuerza de su Espíritu, podremos convertirnos en testigos del amor que salva»
El Papa Francisco ha presidido este domingo la celebración Eucarística con el rito de canonización de la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa, más conocida como Mama Antula, la primera santa argentina. En la parte final de su homilía, el Santo Padre ha indicado que «Mama Antula, tocada y sanada por el ‘pequeño Dios de los pequeños’, al que anunció durante toda su vida, sin cansarse, porque estaba convencida de que la paciencia es buena, pero mejor es la perseverancia. Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a crecer en la caridad según el corazón de Dios».
En relación al Evangelio de este domingo, referida a la lepra y la marginación, el Santo Padre ha afirmado que son «dos males de los que Jesús quiere liberar al hombre que encuentra en el Evangelio». De esta situación el Papa Francisco identifica «tres lepras del alma» que hacen sufrir a una persona débil descartándola como un desecho, porque causan una gran injusticia y son: miedo, prejuicio y falsa religiosidad.
«Hay barreras que derribar»
«No pensemos que son sólo cosas del pasado. ¡Cuántas personas que sufren encontramos en las aceras de nuestras ciudades! ¡Y cuántos miedos, prejuicios e incoherencias, aun entre los que creen y se profesan cristianos, contribuyen a herirlas aún más! También en nuestro tiempo hay tanta marginación, hay barreras que derribar, ‘lepras’ que sanar».
Atentos a los instintos contrarios a la cercanía y el don
A los fieles y peregrinos argentinos y de otras partes del mundo que llegaron para la canonización de Mama Antula, el obispo de Roma les preguntó si sabemos hacer nuestro el toque de Jesús. Dijo que no es fácil y por eso debemos vigilar cuando en el corazón se asoman los instintos contrarios a su «hacerse cercano y a su hacerse don», sobre todo, cuando tomamos distancia de los demás para centrarnos en nosotros mismos, cuando reducimos el mundo a los recintos de nuestro «estar bien», cuando creemos que el problema son siempre y solamente los demás.
«En estos casos tengamos cuidado, porque el diagnóstico es claro: se trata de ‘lepra del alma’; una enfermedad que nos hace insensibles al amor, a la compasión, que nos destruye por medio de las ‘gangrenas’ del egoísmo, del prejuicio, de la indiferencia y de la intolerancia. Estemos atentos también porque sucede como en el caso de las primeras manchitas de lepra, las que aparecen en la piel en la fase inicial del mal: si no se actúa de inmediato, la infección crece y se vuelve devastadora».
El Papa Francisco también invitó a preguntarnos, ¿hago que Jesús toque mis «lepras» para que me sane? Al «toque» de Jesús, en efecto, renace lo mejor de nosotros mismos. Los tejidos del corazón se regeneran; la sangre de nuestros impulsos creativos vuelve a fluir cargada de amor; las heridas de los errores del pasado se curan y la piel de las relaciones recupera su consistencia sana y natural.
«Retorna así la belleza que tenemos, la belleza que somos. Sintiéndonos amados por Cristo redescubrimos la alegría de entregarnos a los demás, sin miedos ni prejuicios, libres de formas de religiosidad anestesiantes y despojadas de la carne del hermano. Así se fortalece en nosotros la capacidad de amar, más allá de cualquier cálculo y conveniencia».
Convertirnos en testigos del amor que salva
Por último, el Santo Padre también destacó que «hoy Jesús nos invita a promover la cercanía y discreción, sobre todo, cuando ordena al hombre sanado: «No le digas nada a nadie». Dios nos ama así, y si nos dejamos tocar por Él, también nosotros, con la fuerza de su Espíritu, podremos convertirnos en testigos del amor que salva».
La entrada Francisco en la canonización de Mama Antula: «Que su ejemplo nos ayude a crecer en la caridad según el corazón de Dios» se publicó primero en Revista Ecclesia.