Cardenal Czerny enviado de Francisco a Ucrania: “El mío es un viaje de oración, profecía y denuncia”

El Papa Francisco ha enviado a Ucrania a dos cardenales: Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico, Michael Czerny, Prefecto ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. 

Con este gesto extraordinario, la Santa Sede pretende ponerse al servicio de la instauración de la paz en Ucrania.

El Cardenal Krajewski llegó a la frontera entre Polonia y Ucrania el lunes 7 de marzo y el Cardenal Czerny a Hungría ayer. Su misión es visitar algunos centros de acogida para los migrantes procedentes de Ucrania. Ambos se dirigen a Ucrania y dependiendo de la situación llegarán al país en los próximos días.

“¡La guerra es una locura!”
 

Los cardenales llevarán ayuda a los necesitados y serán “la presencia no solo del Papa, sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y decir: «¡La guerra es una locura! ¡Deténganse, por favor! ¡Miren qué crueldad!’. En Ucrania corren ríos de sangre y de lágrimas. No se trata solo de una operación militar, sino de guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria”. 

El cardenal Michael Czerny SJ, Prefecto ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha declarado: “El mío es un viaje de oración, profecía y denuncia. Dejo Roma el 8 de marzo para llegar a Budapest y continuaré con los encuentros con refugiados y desplazados, y con aquellos que los acogen y asisten”.

El prefecto espera atravesar la frontera en los próximos días y entrar en Ucrania, pero esto dependerá de cómo evolucione la situación. “Mi misión en Ucrania es un signo de esta voluntad y mi tarea es llevar la presencia y la cercanía del Papa y de todo el pueblo cristiano a aquellos que sufren”.

Así mismo, ha manifestado que viaja para ver de primera mano cuál es la situación.

Profecía de la cercanía 

“Espero ser capaz de llevar algo de ayuda material, pero sobre todo voy para reunirme con la gente, para estar con ellos. Esta es la profecía de una presencia y una cercanía que puede que parezcan débiles, incluso insignificantes según la lógica del mundo y la fuerza de las armas. Sin embargo, no es así: estar cerca de su pueblo, de sus hijos que sufren, es la forma que Dios ha escogido para entrar en la historia del mundo. Incluso al precio de acabar en una cruz. Un símbolo de este estilo de Dios es el gran crucifijo que hace pocos días –todos hemos visto las imágenes con emoción– fue trasladado de la Catedral Armenia de Lviv hasta un búnker con la esperanza de salvarlo de la furia y la locura de la guerra. Del mismo modo que en búnkeres, sótanos y en refugios quizá improvisados hay muchas personas que dirigen sus oraciones al Señor crucificado”.

El Prefecto ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral califica su partida como un “viaje de oración: la del Papa; la mía y la de dos compañeros, uno del Dicasterio para la Comunicación y el otro del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; la de todos aquellos que nos acompañarán en este camino; pero sobre todo de la oración de las personas con las que nos encontraremos. Una oración que –como enseña el libro del Sirácides– “atraviesa las nubes”, porque Dios “escuchará la oración del oprimido. No menospreciará la súplica del huérfano ni los gemidos de la viuda”.

El objetivo del cardenal es llevar la cercanía del Papa y de la Iglesia a personas comprometidas –de tantas maneras– en acciones de acogida: “un ejército silencioso y desarmado, comprometido con la reconstrucción de esa humanidad que las armas tratan de destruir. Sus manos son las manos de todo el pueblo cristiano y, de hecho, las mismas manos de Dios”.

La fe no está ausente
 

La fe no está ausente de la tragedia que está viviendo Ucrania, porque está en los corazones de las personas que huyen de la guerra: la mayoría de ellos son creyentes, como muchos de los que los acogen, y es importante que todos aquellos que quieran recibir asistencia espiritual puedan hacerlo, respetando las diferencias entre las distintas confesiones y religiones.

Por último, el mío será también un viaje de denuncia”, ha proseguido el cardenal.  “La historia de los refugiados ucranianos es bien conocida, se desarrolla según el guion dramático de demasiados conflictos que ensucian nuestro mundo, a menudo olvidados. Con la misma rapidez con la que en pocos días millones de personas han tenido que abandonar sus hogares, llegan ya noticias de que la máquina de la trata de personas y del tráfico de migrantes se ha puesto en marcha en las fronteras y en los países de primera acogida”.

En la misión que llevará a cabo esta pequeña delegación, prestarán gran atención a la cuestión de la esclavitud, la marginación y a veces el rechazo que sufren los africanos y asiáticos que vivían en Ucrania y que ahora huyen junto con el resto de la población.

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