Beatificación de Sandra Sabattini: murió con 22 años, un ejemplo para el noviazgo

El cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presidió ayer la ceremonia de beatificación en la basílica de la catedral de Santa Colomba (Rimini, Italia) de Sandra Sabattini, fallecida en 1984 con sólo 22 años cuando le atropelló un coche. 

Sandra dedicó su corta vida a ayudar a discapacitados y drogadictos y además, a llevar un noviazgo limpio, de acuerdo con el mensaje del Evangelio. Según el cardenal Semeraro, se convierte así en la primera novia beata de la Iglesia Católica, porque estaba comprometida para casarse con su novio, Guido Rossi.

Un cabello que conservó su prometido 

Tras la lectura del decreto de beatificación se procedió a la procesión de la reliquia de la nueva beata, un cabello que conservó su prometido Guido Rossi,  y que ahora se colocó junto al altar de la Catedral de Rimini para su veneración.

En una entrevista con Vatican News, su prometido afirmó que la beatificación de Sandra permite contemplar “la gran misericordia del Señor que nunca nos deja solos, incluso cuando creemos que estamos caminando solos, mientras Él nos lleva del brazo, como vimos escrito en la puerta de una iglesia en Gubbio que visité con Sandra”.

Sobre la capacidad de Sandra para atender y estar al servicio de los demás, Guido dijo: “Puedo dar fe de su búsqueda de involucrarme o de andar juntos, y esta claridad suya en buscar siempre hacer la voluntad del Señor”. 

Guido dijo también que le “impresionaba su modo alegre y profundo de mirar la vida y su confianza en el Señor”.

Vida de oración 

Hija espiritual de D. Oreste Benzi, fundador de la Comunidad Papa Juan XXIII, Sandra (1961-1984) respiró la fe desde temprana edad, ya que vivía con su familia en la rectoría de su tío sacerdote en Rimini.

De niña siempre llevaba consigo un rosario. La abuela contaba que por la noche siempre encontraba a su nieta dormida en la cama con el rosario en las manos. Sandra se levantaba temprano para rezar ante el Santísimo antes de que otras personas llegaran a la iglesia. A los 14 años participó en un encuentro de la Comunidad Papa Juan XXIII con personas con discapacidad severa que le cambió la vida. Regresó entonces a casa con las ideas claras: “Nunca abandonaré a esas personas”, informa la Agencia Fides. 

El diario de Sandra 

El Papa Francisco en su mensaje para la Jornada de las Misiones, día en que fue beatificada Sandra, recuerda que “la historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor que quiere entablar un diálogo de amistad con cada uno”. El secreto de Sandra era ese, tenía una profunda amistad con el Señor. Una relación intensa que se reveló sólo después de su muerte, cuando se recopilaron sus escritos que ella sembraba en trozos de papel, postales o en diarios ahora recogidos en el libro “El diario de Sandra”.

A los 16 años escribió: “Señor, me diste un gran regalo, el de tener ganas de dar mi vida a los más pobres. Te doy las gracias por esto, porque, aunque todavía no lo he explotado, has depositado en mí este gran regalo. Espero poder hacerlo fructificar y espero poder entender cómo”.

Como tantos jóvenes, Sandra tenía sed de justicia, pero no de la que da el mundo. En su diario escribía también: “Así que ahora se trata de una cosa: elegir. Diré, ‘sí, Señor, elijo a los más pobres, pero de nada sirve si todo es como antes. No. Ahora digo, ‘te elijo a ti’”.

Testimonio espiritual 

La mañana del 29 de abril de 1984, mientras se dirigía a una reunión de la Comunidad Papa Juan XXIII, Sandra fue atropellada por un automóvil. Estuvo en coma durante tres días y el 2 de mayo abandonó esta tierra. Tenía solo 22 años.

En la última página de su diario, dos días antes del accidente, Sandra dejó su testimonio espiritual: “Esta vida no es mía. Esta vida, que va evolucionando por un respiro que no es mío, transcurre en una serena jornada que no es mía. No hay nada en este mundo que sea tuyo. ¡Sandra, date cuenta! Todo es un regalo en el que el ‘Donador’ puede intervenir cuando y como quiera. Cuida el regalo que se te ha dado haciéndolo más hermoso y pleno para cuando sea la hora”.

Durante la escuela secundaria, Sandra siguió ocupándose de los pobres y concienció a toda la comunidad parroquial sobre las necesidades de las personas discapacitadas. Cuando un pobre llamaba a la puerta de su casa, si consideraba que su familia no le había dado suficiente, ella ayudaba a la persona para completar el donativo con sus ahorros.
 

Voluntaria en una comunidad para drogadictos 

Durante un tiempo vivió en una casa de acogida en el verano de 1982, donde trabajó como voluntaria en una comunidad terapéutica para drogadictos. En aquella época, las drogas estaban muy extendidas y, por ello, la asociación de D. Benzi abrió varias comunidades para responder a las necesidades de muchos jóvenes dependientes.

Sandra tenía un gran sentido de la justicia. “Si realmente amo, ¿cómo puedo soportar que un tercio de la humanidad muera de hambre, mientras mantengo mi seguridad o mi estabilidad económica? Seré una buena cristiana, pero no una santa. ¡Hoy hay una inflación de buenos cristianos mientras el mundo necesita santos!”.

Tras terminar secundaria se planteó si partir inmediatamente a África o matricularse en Medicina. Tras un discernimiento con su director espiritual, el padre Nevio Faitanini, y la confirmación del padre Benzi, se inscribió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Bolonia en 1980. Se dividía entre estudio, familia, trabajo y compartir con los pobres. A pesar de la gran cantidad de trabajo, nunca descuidó sus estudios y en cada examen obtenía excelentes notas.

«Amar es soportar el sufrimiento de los demás» 

«Nos hemos roto los huesos, pero son personas a las que nunca abandonaré»: Sandra Sabattini tenía sólo 13 años cuando le contó a su madre, con estas palabras, la experiencia de servicio a los discapacitados en la Comunidad Papa Juan XXIII.  

«Amar es soportar el sufrimiento de los demás», dijo el cardenal Marcello Semeraro, en su homilía de la misa, que estuvo repleta de gente, especialmente de jóvenes y también de algunos amigos de la beata. El cardenal también destacó que el «deseo de servir a los pobres» de la nueva beata, no era mera caridad, sino fruto del amor ilimitado de Dios, en cuyo mar «sin fondo y sin orillas» Sandra «sumergió su corazón».

WP Radio
WP Radio
OFFLINE LIVE