Turín, 16 Ago. 22 (ACI Prensa).- Este martes 16 de agosto se cumplen 207 años del nacimiento de San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud, quien tuvo luchas frontales contra el diablo y por ello dio algunos consejos a sus jóvenes para espantarlo.
En las Memorias Biográficas, conjunto de 20 tomos en el que los salesianos recopilaron la vida y obra de Don Bosco con historias contadas por él mismo, se narra que el santo se enfrentó al demonio, quien lo molestaba por las noches.
El santo, siendo ya sacerdote e iniciando su obra por los jóvenes, al irse a acostar escuchaba ruidos en el techo, como si rodaran piedras grandes sobre la madera. Al principio puso trampas pensando que eran ratas, pero al subir por la mañana encontraba todo igual. Entonces habló con San José Cafasso, su confesor y actual patrono de las cárceles italianas.
Don Caffaso le aconsejó que rociara agua bendita en el desván, pero los endiablados ruidos permanecían. Don Bosco entonces decidió cambiarse de habitación, pero esto tampoco sirvió. Y así empezó a adelgazar y a peligrar su salud por no poder dormir.
La situación era tan preocupante que incluso su madre, la actual Venerable Mamá Margarita, entraba a su habitación y mirando al techo gritaba: “¡Feas bestias, dejad en paz a Don Bosco, acabad de una vez!”
Don Bosco mandó abrir un hueco en el techo, como un tragaluz, y puso una escalera para subir rápidamente al escuchar el primer ruido. Es así que cuando los infernales sonidos empezaron, el santo subió de inmediato y se encontró con el demonio.
Sin pensarlo dos veces tomó un cuadro de la Virgen María y lo colgó sobre la pared del desván, rogando a la Madre de Dios que lo librara de esa perturbación. Los ruidos ya no se escucharon más.
Cuenta Don Bosco que dentro de los ataques del enemigo que experimentó en su vida estaban el oír voces que lo ensordecían, recibir un soplo como de huracán, los papeles se caían por sí solos, se desordenaban los libros o el demonio escondía sus “Lecturas Católicas” en la otra habitación.
En otros momentos, siempre antes de dormir, experimentaba que una mano le buscaba quitar la ropa y desnudarlo. Otro día la estufa se prendió con unas llamaradas que parecían que iban a quemar la casa.
También veía cómo su cama era sacudida con una fuerza invisible, y en alguna ocasión vio que un horrible monstruo entraba por la puerta para devorarlo.
Con toda esta experiencia, Don Bosco recomendaba a sus muchachos hacer bien la señal de la cruz y usar el agua bendita.
“Así, pues, en las tentaciones y especialmente al entrar en la iglesia, haced bien la señal de la cruz, porque allí os espera el demonio para haceros perder el fruto de la oración. La señal de la cruz aleja al demonio por un momento: pero la señal de la cruz con el agua bendita lo aleja por mucho más tiempo”, explicaba.
También les preguntaba: “¿Queréis que os enseñe a no tenerle miedo y a resistir a sus asaltos? Escuchadme. No hay nada que el demonio tema más que estas dos cosas: 1. La Comunión bien hecha. 2. Las visitas a Jesús sacramentado”.
“¿Queréis que el Señor os conceda muchas gracias? Visitadlo a menudo. ¿Queréis que os haga pocas? Visitadlo poco. ¿Queréis que el demonio os asalte? Visitad poco a Jesús sacramentado. ¿Queréis que huya de vosotros? Visitad a menudo a Jesús. ¿Queréis vencer al demonio? Refugiaos con frecuencia a los pies de Jesús. ¿Queréis ser vencidos? Dejad de visitar a Jesús”.
“Queridos míos, la visita a Jesús sacramentado es un medio muy necesario para vencer al demonio. Id, pues, a visitar con frecuencia a Jesús sacramentado y el demonio no podrá hacer nada contra vosotros”, enseñaba el gran Don Bosco.