Me llama la atención el creciente número de jóvenes, sobre todo mujeres, que a través de las redes sociales manifiestan sus deseos o convicciones, de comunicarse y relacionarse por esos medios, ”únicamente” con otros católicos, o gente provida, o quienes como ellos, deseen mantenerse castos hasta el matrimonio. Muchos, muchos de ellos también van narrando sus experiencias, aventuras, desencantos, estados de ánimo, de manera que parte de su vida y su intimidad van quedando al descubierto, no solo de aquellos que comparten sus intereses (lo cual no es necesariamente cierto aunque así lo manifiesten) sino de miles y miles de personas que utilizan estas redes.
Quizá ésta sea su manera de reaccionar y defenderse ante el ambiente hipersexualizado que la ideología de género ha logrado imponer en nuestra cultura que empuja a los jóvenes e incluso a los niños, a vivir una sexualidad que no corresponde a su edad y madurez, libre de responsabilidades, desvinculada del amor y del compromiso y les hace creer que por encima de todas sus cualidades están sus atributos sexuales los cuales deben explotar y “dejar fluir” para ser “felices”.
No, no es fácil para los jóvenes de hoy vivir en una sociedad ideologizada que intenta segregar a quien está en contra del aborto y a favor de la vida y que se burla de quien abiertamente profesa una fe o aspira a vivir la castidad en su noviazgo y matrimonio.
Pero ¿serán las redes el medio más adecuado para condicionar seguidores, relacionarse con otros y crear vínculos?
Todos sabemos que lo compartido en las redes sociales se convierte en material público al alcance de cualquier persona; no se trata solo de videos o fotografías, hacer del dominio público sentimientos, aspiraciones personales o la propia espiritualidad, se convierte en una manera de exponer ante extraños la propia intimidad, que debe reservarse para compartirla “con la persona adecuada, en el momento conveniente, del modo correcto, en el contexto propicio”.
Tantos jóvenes deseosos de construirse un entorno sano, lejos de elegir seguidores ad hoc, puedan convertirse a través de las redes en verdaderos apóstoles que sin polarizar más las posturas de “nosotros los buenos, ustedes los malos” sepan compartir la esperanza, la fe, la alegría del cristiano a todos aquellos que lean sus mensajes. sin importar su credo, su postura política, o su visión de la vida.
Ya lo dice San Pablo “hay más felicidad en dar que en recibir” y se puede dar mucho a través del Facebook, Twitter y las demás redes si se utilizan para el bien.
¿Se puede? El mejor de los ejemplos lo tenemos en el joven beato Carlo Acutis, “el ciberapóstol de la Eucaristía” quien nos ha dado una gran lección de que sí se puede aspirar a ser santo en pleno siglo XXI, un siglo de crisis, especialmente difícil para las nuevas generaciones. Sus pensamientos y frases están llenos de Dios y de paz.
Amigos jóvenes, quizá las redes no sean el medio para encontrar al amigo o compañero ideal, ni tampoco para compartir ciertas experiencias personales, pero si puede ser el vehículo para trascender y sembrar en los desconocidos una idea, una inquietud, un buen pensamiento que le ayude a sentirse o ser mejor.