Este domingo, tras el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, Francisco se refirió a las revueltas en Sri Lanka, que incluyeron el asalto al palacio presidencial y el incendio de la casa del primer ministro, uniéndose «al dolor del pueblo, que sigue padeciendo los efectos de la inestabilidad política y económica». Hizo un llamamiento a la paz y pidió a las autoridades «que no ignoren el clamor de los pobres y las necesidades de la gente».
«Tener compasión»
Previamente había glosado el Evangelio del día, con la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37). El Papa destacó unas palabras del relato evangélico para describir los sentimientos del protagonista: «Tuvo compasión«. «Es lo que siente Dios cada vez que nos ve en dificultad, en pecado, en una miseria», explicó el Papa.
Además, señaló la condición de viajero del buen samaritano, lo que sin embargo no le impide alterar sus planes y atender al herido. También nosotros, aunque tengamos presente la «meta final», debemos prestar «mucha atención» a los pasos que hay que dar, «aquí y ahora» para llegar a ella. En ese sentido, el creyente «se parece mucho al samaritano», pues «está de viaje» con alguien que dijo «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).
Así, el discípulo de Cristo «va detrás del Señor, que no es sedentario sino que está siempre en camino: por el camino encuentra a las personas, cura a los enfermos, visita pueblos y ciudades».
Nosotros hemos de hacernos «cada vez más conformes al Maestro» y también «tener compasión«, pues Jesús «nos enseña a tener compasión: a fijarnos en los demás, sobre todo en quien sufre, en el más necesitado, y a intervenir como el samaritano, no pasar de largo sino detenerse».
El Papa instó a todos a arrepentirnos de cuando hemos pasado de largo, pero sin quedarnos en ese punto, porque sería «un error». Más bien hay que pedir al Señor «que nos haga salir de nuestra indiferencia egoísta y que nos ponga en el Camino. Pidámosle que nos haga ver y tener compasión. Esta es una gracia, tenemos que pedirla al Señor«.
Una oración y una conversación
Por eso sugirió una oración para implolarla: Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves y tienes compasión de mí.
Y recordó una conversación en la que ha insistido en otras ocasiones:
«A menudo, cuando me encuentro con algún cristiano o cristiana que viene a hablar de cosas espirituales, le pregunto si da limosna.
-Sí -me dice.
-Y, dime, ¿tú tocas la mano de la persona a la que das la moneda?
-No, no, la dejo caer.
-¿Y tú miras a los ojos a esa persona?
-No, no se me ocurre.
-Si tú das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella«.
Por lo que el Papa concluyó invitando a pensar precisamente en eso: “¿Yo toco las miserias, también esas miserias que ayudo? ¿Miro a los ojos a las personas que sufren, a las personas a las que ayudo?”